En este relato mitológico, donde se tratan los aspectos conflictivos de la pasión y el deseo, Louise Labé, delicado exponente de la mejor poesía francesa del Renacimiento, continúa la tradición de los debates, desde los clásicos (Platón, Hesiodo, Ovidio) hasta los medievales (del Clérigo y el Caballero, del Agua y el Vino) y renacentistas (Ficino, Castiglione, Erasmo o León Hebreo) para llevarla a un punto culminante por el brío y la vivacidad con que está construida esta pequeña obra maestra de la agudeza y el ingenio. Con trazo enérgico, que no elude el sarcasmo de ecos rabelesianos, esta mujer excepcional, que tuvo la osadía de escribir yo soy el cuerpo y de dirigirse a sus contemporáneas para que mirasen más allá de la rueca y el huso, hace hablar a los dioses para burlarse de los hombres, en este delicioso texto que nos condena a vivir en la incertidumbre del deseo y que nos habla con la intensidad de una amorosa locura.