No hay espejo que mejor refleje la imagen de una persona que su habla. Es esta, por tanto, su carta de presentación. Con este libro, se pretende no solo que el lector considere los buenos y malos usos de nuestro idioma (principio de corrección), sino tambien que reflexione, por ejemplo, sobre aquellos aspectos que hacen que sus mensajes resulten más provechosos (principio de eficacia). Para este ºltimo fin, destinamos algunas columnas a las estraegias argumentativas, a las de cortesía, así como a las empleadas en los lenguajes especiales (político, publicitario o jurídico). Tampoco nos olvidamos de ciertos mecanismos cuyo uso hará que nuestras exposiciones sean más ordenadas y claras. De orden y claridad hablamos al tratar las características de los inicios, desarrollos y cierres en que hemos de dividir tales exposiciones (principio de claridad). Destinamos otras columnas a lo que los clásicos llamaban el decoro, o sea, la necesidad de adaptar el estilo de habla que empleamos en nuestra vida ordinaria –y no digamos nada en las situaciones más formales– al contexto en que tiene lugar la interlocución: tema, tipo de relación con nuestro interlocutor, espacio en que se desarrolla, etc. (principio de adecuación). Estas y algunas otras cuestiones (las frases hech
