Esta monografía pretende acercarnos a las dificultades a las que se enfrenta una red de campo cuando intenta acceder y entrevistar a los ciudadanos. Debemos tener presente que el entrevistador adopta un gran protagonismo dentro del proceso de investigación por la gran influencia que tiene en la calidad de la información recogida. Sin embargo, y pese al gran número de encuestas que cada año se realizan en nuestro país, sabemos muy poco de la figura del encuestador, y mucho menos de cómo se desarrollan los trabajos de campo: ¿Qué horas son las mejores para hacer las entrevistas?, ¿quién acepta mejor ser entrevistado, los hombres o las mujeres?, ¿resulta problemático entrevistar a personas de determinados sectores sociales?... Son algunas de las preguntas que se busca responder con esta investigación. Trabajar conjuntamente con las historias de vida laboral y con los datos de los barómetros del CIS ha permitido recoger información sobre cómo ha evolucionado el trabajo de campo en los últimos treinta años. Ha permitido, también, poner de manifiesto cuáles son las principales carencias en la metodología de encuestas desde esta perspectiva: los problemas derivados del diseño de la muestra; los que tienen su origen en la elaboración del cuestionario, y los relativos al entrevistado, el entrevistador y la participación en encuestas.