Aparentemente, los Discursos no son una obra tan orgánica y pensadamente concebida como El Príncipe-señala Roberto Raschella, traductor y prologuista de esta edición-, pero poseen una viboreante estructura asimétrica y un estilo acaso más moderno y desconcertante, que no deja de reiterar las virtudes de la escritura de un verdadero artista y, al mismo tiempo, el espíritu de análisis despiadado de la vida política y militar de su época, siempre a la luz de la analogía con la original de Tito Livio.