Es un secreto a voces que las buenas ideas nos llegan como destellos de lucidez, casi siempre cuando no las esperamos. Probablemente le ha pasado, en la ducha, al subir a un tren o en un atasco de tráfico, a punto de dormirse, mientras nada o se cepilla los dientes por la mañana. De repente, lo sacude. Se le junta todo en la mente. Conecta los puntos. Puede producir un gran “ajá” o una serie de pequeños asentimientos que le van mostrando el camino a seguir. Se disipa la niebla y ve lo que tiene que hacer. Todo parece tan obvio. Un momento antes no tenía la menor idea. Y ahora ya la tiene. La intuición estratégica ha llegado. Si este tipo de destello perspicaz le ha sucedido alguna vez, está en muy buena compañía. Ése es el elemento clave de los grandes logros de la historia humana: así Bill Gates fundó Microsoft, así Picasso encontró su estilo, así triunfó el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, así conquistaron Internet los tipos de Google, así conquistó Napoleón Europa, y así sucesivamente a través de todas las épocas. Es la forma en que los innovadores logran sus innovaciones, los artistas tienen sus ideas creativas, los visionarios logran su visión, los científicos hacen sus descubrimientos y las buenas ideas de toda clase surgen en la mente humana.
