Por mediación de un imaginario devoto buddhista traté de describir en este poema la vida, carácter y filosofía del príncipe indio Gautama, el noble y heroico reformador del brahmanismo y fundador del Buddhismo. Hasta ahora, las gentes de Europa apenas conocían esta gran religión de Asia que, no obstante, cuenta veinticuatro siglos de existencia y aventaja por el número de fieles y extensión de los países donde predomina, a toda otra modalidad de fe religiosa. Cuatrocientos setenta millones de seres humanos viven y mueren en la fe de Gautama, y la soberanía espiritual de este antiguo Maestro se extiende actualmente por el Nepal, la isla e Ceilán, toda la península del Extremo Oriente, China, Japón, Tíbet, Asia Central y Siberia, hasta alcanzar la Laponia sueca. En rigor, incluso la misma India podría estar comprendida en el grandioso imperio de esta fe, porque, si bien la práctica del buddhismo ha desaparecido casi por completo de su país originario, el brahmanismo moderno lleva indeleblemente impresa la huella de las sublimes enseñanzas de Gautama, y los hábitos y convicciones más característicos del pueblo de la India dimanan notablemente de la benigna influencia que ejercieron en él los preceptos del Buddha. Más de una tercera parte de la población mundial debe sus conceptos morales y religiosos a este príncipe insigne, cuya personalidad sobresale (con sólo una excepción) en la historia del pensamiento como la más excelsa, la más bondadosa, la más santa y benéfica, a pesar de que las fuentes de información de las que disponemos actualmente nos la revelan de un modo incompleto.
