El mayor número de muertos a causa de la violencia se producen hoy en guerras convencionales, fundamentalmente en África. A la vez, el fenómeno del terrorismo no puede separarse de esa realidad de los miles de civiles muertos en las últimas guerras, consecuencia del desprecio a los requisitos de la llamada guerra justa. Existen nuevas ideologías que fomentan las guerras, como el yihadismo islamista, y los excesos de la llamada guerra contra el terrorismo que no han hecho más que incrementar su fuerza multiplicadora. Para hacer posible la paz en el mundo es necesario defender los derechos humanos, la democracia liberal y el Estado de Derecho y, al mismo tiempo, rechazar el economicismo y la insolidaridad... Urge sustituir el concepto de seguridad nacional, que sacrifica la libertad y los derechos humanos, por el de seguridad humana, que exige garantizar condiciones de vida digna para todos. La prioridad debe ponerse en la erradicación del odio, como condición esencial para la paz. En este sentido se subraya el papel de las religiones abiertas y muy especialmente del cristianismo en la erradicación de las causas de la violencia.