Cada cónyuge está llamado a ser, por la índole particular de la relación conyugal, el primero y principal educador de su esposo o esposa. Ésta afirmación le compromete a asumir la grave responsabilidad de ayudarle a mejorar como persona, y le obliga a adoptar una serie de actitudes positivas: corregir antes que reprochar; aceptar las diferencias antes que preferir la uniformidad; avanzar en el proceso de adaptación -pasiva y activa- a los fines del matrimonio y a los ámbitos de la convivencia familiar, como son las normas y costumbres, las circunstancias materiales, las otras personas con las que se relacionen los cónyuges, y ellos mismos, en sus diferencias y complementariedades. Este libro está cuajado de ejemplos y anécdotas, lo que le da mucha viveza.