La percepción que del agresor hayan podido retener en su memoria la víctima del delito o los testigos presenciales, constituye un valioso elemento para lograr la identificación del delincuente; sobre todo teniendo en cuenta que en un buen número de delitos el contacto entre el agresor y su víctima es inevitable. De ahí que diligencias tales como el reconocimiento en rueda -y su habitual antecedente en la investigación: el reconocimiento fotográfico-, resulten aún idóneas a tal fin, pese al indiscutible avance en este campo de los métodos científicos (huellas dactilares, análisis de voz, marcadores de ADN, etc.). Esta monografía desgrana detalladamente las exigencias y garantías que deben procurarse, tanto en sede policial como judicial, al practicar la identificación del delincuente, bien sea por medio de fotografías o por el reconocimiento en rueda (incluso por la llamada «rueda de voces»). Para ello se conjugan los planteamientos doctrinales con la cotidiana realidad jurisprudencial, ofreciendo al operador jurídico un minucioso y exhaustivo elenco de las soluciones dadas por nuestros tribunales a la más variada casuística sobre la materia.
