Cuando Lopoldo Pomés retrata se convierte en un animal de presa que se dispone a saltar sobre su víctima; la observa, la rodea, se acerca, se detiene, se aleja, reflexiona, vuelve a estudiar la situación , hasta que siente que por fín ha capturado lo que quería: la mirada de una persona, con todo lo que supone de revelación y ocultamiento, de autenticidad y de máscara, con sus contradicciones.