La Filosofía aún es vital, porque hay preguntas que siguen desgarrando la existencia humana en el mundo, porque seguimos preguntando por el sentido y significado de las viejas preguntas no resueltas por la Humanidad, a pesar de los desarrollos tecnológicos. El problema del mundo de las Comunicaciones y en gran medida de la Educación, radica en dos aspectos fundamentales: el primero, una excesiva infantilización de lo que se piensa y el segundo, una saturación de conocimiento de orden comunicativo, mas no de pensamiento, de reflexión y creatividad. La mejor forma de entablar la relación entre el filósofo y el público es por medio del lenguaje, la palabra, el diálogo, en la mejor disposición de ser escuchado. Si se escucha al filósofo, es porque se aspira a algo radicalmente nuevo para la vida, que busca transformarse a sí misma. El filósofo lo que hace es descubrir y liberar lo ausente, lo marginado, lo que ha estado ahí y no lo vemos y se constituye en acontecimiento cuando entra en nuestro pensamiento. La pregunta por la Filosofía se centra entonces en la pregunta por la vida, por la existencia de nuestro quehacer como viajeros en un gran desierto cósmico en el cual no existe estación alguna, sólo las fugas, los cruces, los asombros y nuestra curiosidad; también la pregunta por el amor que se profesa por la vida y por la amistad, en aquellos momentos sublimes de nuestro trabajo, de nuestra obra. La salida que debe buscar hoy la Filosofía no es la eterna repetición en la que ha caído Occidente; por el contrario, es crear nuevos conceptos, nuevos espacios de vida, conocerse a sí mismo, conservar el asombro como si nada fuese evidente, aprendiendo a pensar al tiempo que se sustrae a la comunicación y universalización del mercado. En definitiva, atreverse a pensar por sí mismo, ser autónomos y libres en el pensamiento, tal como propone el autor en esta obra, de la mano de distintos filósofos como Kant, Foucault, Habermas, Husserl…
