Aristócrata de nacimiento, vivió en la pobreza y el desenfreno durante su juventud, pero sus excelentes dotes personales y ambición lo llevarían a gobernar Roma en el siglo anterior al de Cristo. Contradictorio como pocos, libertino, ingenioso, ególatra, patriota, valiente, sanguinario y seductor, Sila concilió esas cualidades innatas con las circunstancias históricas y políticas de aquella Roma, próxima a convertirse en el gran imperio de Occidente, para reunir en su férreo puño la suma del poder.