George R. R. Martin es uno de los escritores más personales de la ciencia ficción norteamericana. Autor de novelas de éxito como La muerte de la luz, Sueño del Febre o Refugio de viento (con Lisa Tuttle), el grueso de su obra que le ha dado fama internacional está formado sin embargo por un buen número de novelas cortas y relatos, entre los cuales figuran clásicos como Los reyes de la arena, Retrato de sus hijos, Una canción para Lya y tantos otros (incluso la que en estos momentos se considera su obra magna, aún inconclusa, los seis libros que componen la serie Canción de hielo y fuego, está formada por un conjunto de novelas cortas entrelazadas entre sí), relatos que le han valido numerosos premios, entre ellos varios Hugos y Nebulas. Entre todas sus novelas cortas, una de las más personales y preferidas de su autor es sin duda La flor de cristal, un ambicioso fresco más allá del tiempo y del espacio en donde una serie de personajes emblemáticos juegan a un mortífero juego de poder en un entorno fascinante, sin parangón en el universo de la ciencia ficción mundial. Siguiendo el ejemplo de otras grandes obras suyas George R. R. Martin enjuicia en La flor de cristal la realidad a través de su más completa disgregación. El dilatado cosmos que constituye su telón de fondo; el planeta donde transcurre la acción, Croandhenni; el palacio de obsidiana sobre zancos en medio de los pantanos; la protagonista, Cyrain de Ash, y sus Apóstoles; Kleronomas el ciborg; y sobre todo el juego de la mente, forman un apasionante escenario de desbocada imaginación dentro del cual se mueve la más real de las irrealidades. Pocas veces un texto ha creado un nudo tan grande en la garganta del lector, pocas veces le ha dejado tan en suspenso hasta las últimas palabras.  MUSGO DE VIDA Musgo de vida, contiene apreciables dosis de fantasía, aunque nadie podrá discutir nunca que su trasfondo es estrictamente de ciencia ficción. Envuelta en una atmósfera casi onírica, la apasionante historia de Jalila, la muchacha que baja de las heladas montañ