La vida es el amor desde el principio, la palabra es el amor en el fin, y el poeta da paso a la vida, y el poema cunde y transforma la materia como en la leyenda de que cada vez que lloras o sueñas una estrella nace en el firmamento. Pues bien, no es una leyenda: es la pura verdad, y de algún modo los que buscamos ese secreto, los que hemos hecho la gran apuesta, los que surcamos el mar de la existencia en busca de una guía segura que no falle, en busca de la única guía real, ante la falsedad, la hipocresía, el interés, la ambición, ante lo mundano mal entendido, podemos decirle con Luis Carlos a quien no nos entienda: Todo fue falso menos yo, salvo que nunca reparaste en mi verdad, y hay aquí otro sentimiento que también comparto con él: a menudo el heroísmo radical está en ese sentimiento, en que no han reparado en nuestra verdad: la angustia del desamor con frecuencia radica en esa indignación, en ese desconsuelo: sabiéndose uno inmensamente valioso, tan valioso como la verdad que busca e inevitablemente está encontrando, el desamor hiere también en cuanto es injusticia, en cuanto los ojos de la amada no ven en ti lo valioso ni lo buscan ni lo valoran, el yo tengo algo divino aquí dentro de Bécquer, tu valor definitivo, tu valentía, tu heroísmo, para todo eso tu amada es ciega, y lo que duele ya no es el desamor; es la falta de justicia, la falta de verdad, lo que duele es que a veces quien más cerca está es quien menos te ha reconocido. Santiago Tena
