Este libro lanza la idea de que es forzoso estudiar los hechos histórico-artísticos de México, y quizás de todo el mundo latino de este continente, con un sistema propio y un ángulo de visión muy distinto del europeo. El autor, después de estudiar el anacronismo de los estilos en suelo americano, la llegada de éstos en aluvión, no por crecimiento y desprendimiento naturales, observa que los florecimientos de las artes en México se presentan con un ritmo bisecular, o sea de dos en dos siglos, sin que estos brotes gloriosos sean simultáneos en las tres artes: primero se ofrece el de la escultura, después el de la arquitectura, y últimamente el de la pintura. Siglos XVI, XVIII y XX. Todo el libro es de gran interés por la claridad con que enfoca los temas, el modo magistral de exponer y la precisión del lenguaje. Cada ensayo es una lección novedosa y amena. Puede afirmarse que es un libro hecho con finura, altura y profundidad. De la finura analítica se eleva y mira los hechos desde arriba para buscar luego las leyes sumergidas en los mismos.
