Juan Augusto es un artista que no crea. Megalómano, cínico, sentimental, premeditadamente egoísta y, a su manera, entrañable, navega en un mundo fuera del tiempo de los demás. Perdido en sus laberintos interiores se busca a sí mismo a través de las mujeres. Su vida se diluye en reflexiones tristemente cómicas, viajando, conquistando, especulando, mientras cambian los decorados y se agota su tiempo.