Es posible propiciar el pensar desde el colegio y la misma Universidad. Es decir, enseñar a pensar para valorar la vida y disfrutar del asombroso mundo del conocimiento. También es posible generar una nueva actitud de pensar que promueva el respeto por los principios y valores universales, si enseñamos de tal forma que orientemos hacia un proceso auténtico y autónomo de pensar, si dejamos de controlar excesivamente, si permitimos que el alumno pueda pensar por cuenta propia. ¿Cómo deberíamos proceder para que realmente el estudiante piense, y que no siga ejecutando los modelos o estereotipos que repitió en forma rutinaria en el colegio? ¿Qué debemos hacer o cómo debemos cambiar para que, efectivamente, valore el pensar como su principal tarea como educando y descubra por sí mismo el valor formativo de pensar? Cuando un estudiante tiene la grata oportunidad de pensar por sí mismo, es como si descubriera un mundo que había estado oculto en forma inexplicable para él; ya que el complejo institucional –su marco de referencia- en el que supuestamente se ha educado, no ha estado orientado o más bien lo ha excluido –porque no lo exigía o promovía o porque directamente lo reprimía- impidiéndole pensar, criticar e interrogar. La principal actividad de la Universidad debe ser enseñar a pensar, a comprender a interpretar el mundo, y es la lectura el medio más privilegiado, indispensable para el desarrollo de las operaciones intelectuales. La lectura de reseñas, informes, artículos científicos y ensayos, requiere de múltiples habilidades relacionadas con las operaciones del pensamiento, fundamentales, para el desarrollo intelectual del joven estudiante.
