Carmen Nestares nos sorprendió a todos hace unos años con su primera novela, Venus en Buenos Aires, con la que consiguió un rotundo éxito comercial y de crítica. Lucía Etxebarría dijo de ella una novela sincera, bien construida, divertida, sin dejar de ser profunda, una novela iniciática pespuntada de erotismo y teñida al tiempo de humor y tragedia. Una novela necesaria. Seis años después Carmen vuelve a la literatura con una excelente historia que aborda con valentía el controvertido tema las relaciones pasionales sustentadas en la dependencia obsesiva. Perdón -pensaba Inmaculada y decía en voz alta-: Perdón, perdón, perdón por lo que sea, sólo perdóname y no discutamos y no me grites y no te vayas. (?) Con Alicia era un perro que ensañaba la tripa en señal de sumisión cada vez que escuchaba un gruñido o una simple advertencia, pero sus disculpas reforzaban el juego y Alicia palpaba su propio poder y quería saborearlo a través de mayores dosis de ansiedad en la mente debilitada hasta la anulación de su novia. Pero lo mejor es que en su nueva novela consigue atraparnos de nuevo, con una prosa inteligente y conmovedora y, sobre todo, con una historia que empieza relatando con sorprendente exactitud los primeros indicios del desmoronamiento de una pareja, para avanzar por los tortuosos caminos de la maltrato sentimental y culminar en una especie de thriller psicológico que deja al lector con la boca abierta.