¿Qué vacío deja una leyenda que muere? Una pregunta trágicamente inútil si quien la plantea lo hace meramente en términos económicos. Así, el Lago Ness, asfixiado entre los intrigas de una multinacional con intereses en los derechos comerciales de Nessie, las extrañas maquinaciones de los alcaldes de la zona y la estúpida violencia de aquellos que desearían matar a la misteriosa criatura del lago, se arriesga a acabar su milenaria existencia en una larga y melancólica agonía. O, al menos, eso es lo que ocurriría si no estuviese por la zona un tal Dylan Dog...