No es verdad que, como auguraba Baudrillard, nada haya tras la obscenidad de la banda sin fin mediática en la que se consume y consuma nuestra postmodernidad tardocapitalista (e.d., consistente en tardar en desaparecer). No es verdad tampoco, por el otro lado, que tras esa banda, como en un negativo, lo revelado sea la profundidad de un Occidente rebelado al fin contra esa superficialidad, según algunos alucinados pretenden, en busca de fundamentos más sólidos y divinos que los del inventado enemigo, ese que cree en el Uno mientras se disemina mortífero por los nódulos plurales de las arterias y otras redes. Sí es verdad que, cansados y desmoralizados, apenas sabemos qué hacer, cortadas las alas del futuro-ficción tras la estruendosa revuelta en el siglo XXI del otro mundo, sojuzgado y mantenido a distancia como material de elaboración para medro del Espíritu depredador.