El fascismo es inconcebible sin la fundamental aportación del futurismo, de la misma manera que el futurismo es inexplicable sin la presencia del fascismo. El futurismo forma parte del sustrato ideológico que, al igual que otros movimientos sociales y polÃticos que nutrirán los destacamentos de camisas negras —entre ellos, por ejemplo, el sindicalismo revolucionario y el arditismo—, dará vida al fascismo. Desde el principio al final. Pues no en vano, Marinetti —alma, motor y jefe indiscutible del futurismo— murió como fascista, fiel a Mussolini y a la República de Salò, cuando la liquidación del fascismo era algo más que una probabilidad y cuando, al mismo tiempo, se estaba produciendo la gran desbandada. Si bien es cierto que, por encima de una ideologÃa, el futurismo se desarrolló como una nueva forma de comportamiento vital, de renovación del lenguaje y de apertura a sin reservas a la tecnologÃa —como antÃtesis a la Italia pasadista—, no es menos cierto que la vanguardia tiene una vertiente polÃtica —consustancial, inseparable— que nos impide observarla como un fenómeno exclusivamente artÃstico. El futurismo mostrará siempre un perfil polÃtico sin ambages, tanto en sus coordenadas ideológicas como en sus manifestaciones externas: intervencionista, patriota, militarista, antipartitocrático, revolucionario en algunos casos, regeneracionista siempre
