Imaginar la materia. ¿No es este acaso el afan que anima nuestra relacion con el lenguaje? La materia que imaginamos está tramada de signos, comporta, por lo tanto, un espesor de sentido que tan pronto nos sumerge en la intensidad de un mundo, como nos estrella constra el vidrio y el metal, de nuestros propios pertrechos categoriales.