El cardenal Gonzalo Jiménez de Cisneros es una de las personalidades más apasionantes de nuestra historia. Hombre de recio carácter, desde muy pronto se opuso al favoritismo y la relajación de las costumbres, lo que le llevó a emprender una enérgica reforma de la Iglesia y las órdenes religiosas. En 1492 fue elegido confesor de la reina Isabel la Católica, quien poco después le otorgó el arzobispado de Toledo. Con determinación emprendió la evangelización de Granada y consiguió, tras enfrentarse a una larga guerra que casi le cuesta la vida, que los mudéjares fueran obligados a convertirse o a emigrar. Con igual resolución organizó la nueva Iglesia de América. Cisneros vivió en la corte y su papel político fue decisivo. Intervino en las disputas entre Fernando el Católico y Felipe el Hermoso en favor del primero, quien le otorgará el capelo cardenalicio y la dirección de la Inquisición, y ocupó la Regencia en dos ocasiones: a la muerte de Felipe, enfrentado a Maximiliano de Austria, y durante la minoría de edad de Carlos. La muerte lo sorprendió en Roa (Burgos) el 8 de noviembre de 1517, cuando se dirigía al encuentro del futuro Emperador por el que tanto había luchado.
