La persona no se construye atesorando. Yo no soy lo mÃo. Esa cosificación nos empequeñece. Si yo no soy lo mÃo, ¿quién soy? Soy quien se relaciona de tal manera que llega a sà mismo cuando se entrega y cuando recibe la entrega. Para nosotros los cristianos lo único a la altura del corazón humano es el Reino: el mundo fraterno de las hijas y los hijos de Dios, en el que Él es todo en todas las cosas. La entrega construye un nosotros en el que se conserva el tú y el yo, un nosotros que en el seno de la realidad se va articulando con otros nosotros hasta componer el mundo fraterno de las hijas e hijos de Dios.