A estas alturas de la trayectoria artÃstica de José Hernández, podemos iniciar el comentario sobre ella por lo más caracterÃstico: su singularidad. Antes, sin embargo, es preciso una distinción previa que aclare las diferencias entre el afán de singularizarse de un artista joven, al que el dictum de la modernidad impele a cumplir con este rito iniciático mediante una apuesta por el dernier cri, y la inexcusable, pero tantas veces excusada, singularización de la madurez, que cuando se produce, es fatalmente creciente, aunque esta exuberancia se dirija hacia dentro, como una suerte de ahondamiento del sà mismo sobre sÃ.