Al meditar sobre mi existencia, sensación tengo de haber sido obligado durante muchos años a ver una mala representación de las que nos muestra la gente de la farándula, en la que los actores, sin remisión, son lapidados sobre los escenarios, que grande es la puntería del populacho al verse agraviado, o la picota bucea por entre sus tripas cuando el empalamiento se revela como único modo de ventilar el escarnio producido por sus gestos y poemas. Un plebeyo y un trono, un caballero y su destino, una condena y su penitencia, que guiarán al protagonista de una forma ineludible hacia lo más alto.