Todos han oído hablar del ikebana, el delicado arte japonés de la composición floral; pero poca gente sabe que esta práctica, en apariencia tan sencilla, se inscribe en una milenaria tradición estética y filosófica directamente conectada con el zen y denominada Wabi Sabi. El Wabi Sabi busca en las cosas efímeras la expresión última de la belleza y de la vida, y ha inspirado manifestaciones tan variadas como la ceremonia del té, el diseño de los jardines, los haiku o el teatro No. Pero supone ante todo una actitud filosófica y vital, que a través de la contemplación atenta de las cosas más simples, efímeras, incluso imperfectas, aspira a la liberación, a la paz y a la armonía interior.