Carla se ha ido de casa la mañana de un día cualquiera, dejando casi todas sus pertenencias, y también una carta, un aglomerado de confusas y honestas palabras, una patada al cerebro. Teo Bradham lee la carta y no da crédito, ve su casa y todo el mundo que había construido se deshace entonces en veinte segundos. Jerry Link, ex fotógrafo famoso venido a menos a causa de la bebida, y gran amigo suyo, le ofrece entonces un buen y lógico negocio para que nada haga detener su marcha, y mientras tanto pueda pensar en el verdadero problema, el mundo de sus afectos. Jerry ha pasado por lo mismo y sabe que no hay formulas para olvidar. Éste el punto de partida de El amor son cinco kilos de cocaína. Una historia de amor trendy, donde su protagonista y autor, a bordo de un auto descapotable y con tan solo un par de amigos, desciende al ambiente urbano más subterráneo y alejado de cualquier establishment, para desenmascararlo definitivamente y hacerlo propio -sexo, drogas, y violencia- un cóctel para nada fatal y relatado con inteligencia, como el lector comprobará.
