Las imágenes de Marcelo Fuentes parece que atrapen retazos de un sueño apenas recordado. Dibujan una ciudad vacía, desolada y bellísima, que contrasta con los textos minuciosamente costumbristas de Carlos Pérez , evocadores de unas calles y unas gentes muy concretas, muy vivas. De ese contraste nace un libro desconcertante, hermoso y melancólico, que se lee una y otra vez, como una y otra vez se recuperan, menguados ya por el roce del tiempo, los recuerdos más queridos.