La necesidad de controlar el aumento del gasto sanitario, manteniendo los niveles de salud de las poblaciones es la orientación estratégica de las políticas sanitarias de los países desarrollados. De aquí, que los actuales retos de los sistemas sanitarios exigen la introducción de nuevos valores, lo que implica gestionar un cambio de cultura de la atención sanitaria e implementar medidas correctoras de las variabilidades de la práctica médica, informadas a través de tres fuentes: 1) la medicina basada en la evidencia, que se propone reducir la incertidumbre clínica y aumentar la efectividad de las intervenciones sanitarias; 2) el desarrollo de la investigación de resultados; 3) la participación de los ciudadanos y la sociedad en la política sanitaria, tanto a nivel macro, como a nivel micro, cada vez que sus médicos diagnostican, precriben un medicamento o indican un procedimiento.De aquí que la definición de los valores que impregnan la reorientación de los servicios de salud hacia una cultura de calidad de la atención sanitaria y de la buena práctica de sus profesionales se puede definir en torno a tres líneas de desarrollo: una atención sanitaria centrada en el paciente, orientada a los resultados en salud y más efectiva y más eficiente.