'Leyendo estos fragmentos de vida herida, me han llegado ecos de las grandes elegías de la literatura: de los clásicos latinos a Dante y Ausiàs March, de Milton a Rilke, de Hölderlin a la sentida y sencilla palabra de Miguel Hernández. Es, sin embargo, la oración funeraria de Allen Ginsberg a su madre, Kaddish (1960), la que he sentido más cercana en los versos rotos de Josefina Vidal. La plegaria, la crónica íntima de la aniquilación hasta los últimos versos, la narración poética en los límites de la locura [...] me han hecho valorar este poema tanto por el testimonio como por la demostración fehaciente del triunfo del arte sobre la vida, de la belleza de la poesía por delante de la fealdad de ciertos momentos de la existencia.' David Castillo , traducido del prólogo del libro.