Conocedor de que su muerte está próxima, San Isidoro, Obispo de Sevilla, hace un relato de su vida física y espiritual para su amado discípulo Braulio, en la que parecen fundirse un mundo claro, radiante y racional que se acaba y otro oscuro, triste y supersticioso que comienza. Las contradicciones del santo son las mismas que diferencian esos dos mundos.