Los castillos, alcázares, alcazabas, palacios fuertes y en definitiva todos los edificios fortificados han sido desde hace centenas de años motivo de admiración, asombro y ensoñación de quien los contemplaba. Hace ya tiempo que afortunadamente la visión romántica que de ellos se tenía ha ido quedando aparcada en un rincón del saber y del hacer, pues fue base de apoyo para restauraciones que hoy, aunque bellas, nos parecen anacrónicas con respecto a las tipologías que son tipicamente ibéricas.