En las dos últimas décadas el arte se ha visto inidado progresivamente por un aluvión de imágenes comerciales. Ahora, el capitalismo, cada vez más globalizado, está adquiriendo un ritmo vertiginoso que define nuestras vidas, lo que a su vez implica un cambio constante de tendencias, modas y estilos, cambio que corroe hasta las últimas cadenas de anclaje a los fundamentos tradicionales de la existencia humana.