En el jardÃn abandonado de una gran mansión que estaba derruida por dentro e intacta por fuera se reunia desde mayo del 68 un grupo de alegres jóvenes progresistas. Eran intelectuales, artistas, profesionales y ejecutivos de las primeras multinacionales; vestÃan la pana de los domingos y tenÃan niños destraumatizados. Alrededor de la casa derruida los fines de semana ellos reÃan, conspiraban, celebraban comidas colectivas, asistÃan a la descomposición de la dictadura. Franco mataba rebecos y perdices, firmaba sentencias de muerte, pero aquellos jóvenes progresistas que habÃan conocido el amor bajo los gases lacrimógenos establecÃan en el JardÃn de Villa Valeria todos los ritos de una generación que iba a marcar después la polÃtica y la cultura. Manuel Vicent