El problema principal del ser humano viene a ser un estado de inmadurez generalizado, cuyas causas y a la vez efectos principales son la pérdida de valores y la deshumanización. He ahí las dos ramas principales del tronco globalizado del presente. Su raíz fundamental es el egocentrismo generalizado y la estrechez de conciencia que produce. La solución pasa por la (r)evolución de la conciencia personal y colectiva, quizá desde unas claves capaces de redefinir, cuestionar y remover el pensamiento. Sólo desde una conciencia más fuerte y generosa las personas, los colectivos y las organizaciones puede romper los límites de esta globalización miope y acceder gradual, automáticamente, a la conciencia de universalidad. ¿Cuál puede ser el instrumento de esta (r)evolución de la conciencia? La conciencia sólo se puede enriquecer y expandir masivamente desde una educación distinta, y más concretamente con unos fundamentos, un currículo y una formación del profesorado que la adopte como vector formativo básico. Porque todo apunta a que formamos parte de algo inmenso y con sentido. Algo mucho más grande y profundo que nuestra referencia de interés y de identificación más amplios. Es un ser que todavía no se reconoce, pero cuya autoconciencia va en aumento. Cobra forma y se realiza, en la medida en que el ser humano converge desde el interior. Agustín de la Herrán Gascón. Dr. en Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor titular del Departamento de Didáctica y Teoría de la Educación de la Facultad de Formación de Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Jesús Muñoz Diez. Dr. en Educación por la Universidad Complutense de Madrid. Ex-Prorrector de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador-Sede Ibarra. Profesor en los diferentes niveles del sistema educativo.
