Como todos los grandes revolucionarios y redentores sociales, Martí fue un espíritu romántico, exento de la retórica en que degeneró aquella escuela. Y este romanticismo está presente en esta novela. Más que una novela, el lector tendrá la sensación de estar escuchando un relato contado a viva voz, una historia tradicional evocadora y sugerente. Se funden, de manera magistral, lo culto y lo popular, lo americano y lo francés.