Los profesores se han ausentado de los espacios sociales de producción cultural para limitarse a reproducir, como hacendosos subalternos, lo que otros han pensado por ellos. La pedagogía tendría que capacitar e instigar a los docentes para que, en su práctica, realizaran una lectura crítica de los discursos educativos, sin olvidar en esa lectura los intereses, ideologías y disposiciones de poder que los sostienen y regulan. Como oportunamente avisa Pierre Bourdieu no existe una auténtica democracia sin un auténtico contrapoder crítico. Ésta es la única razón que puede legitimar, pedagógicamente hablando, a la escuela como institución de nuestro tiempo, con un deseo que no debiera ser otro que alentar la voluntad política de los sujetos frente a los imperativos sociales que pretenden disolverla en marcos tecnocráticos predeterminados. Ésta y no otra debiera ser también la referencia sustancial de la cultura pedagógica de los futuros maestros.