En 1979 Irán fue convertido en un inmenso laboratorio en el que unos magos islámicos, disfrazados de enviados de Alá, resucitaron fantasmas medievales prácticamente a las puertas del siglo XXI. Desde la antigua Persia hasta Afganistán, desde Turquía hasta Argelia, el resurgimiento de la intolerancia religiosa ha cambiado el rostro de la mujer, envolviéndola en la sábana del anonimato.