Cuando muchos adolescentes arriban al puerto de su antipoética Secundaria -lo cual constituye, en sí mismo, un innsólito milagro curricular- padecen, al parecer y por lo que uno sabe, el síndrome de la aversión a todo lo que se les presente mediante el envase y conducto del verso. Quienes se sienten Dantes, Petrarcas, Pessoas o Pounds, son hortensias de un agosto efímero y no los tengo presentes en la inteligencia del asunto. Me preocupan, en este apartado rincón solitario, los prosaicos, los montaraces, los que pasan del verso y de sus versulerías. Para ellos y para sus profesores y cualquier adulto interesado en estas lides poéticas, van dirigidas estas página.