Era mosaico de culturas, ejemplo de convivencia étnica, cercanía de religiones sin fricción. Era Yugoslavia un Toledo redivivo, que una mala noche explotó. Ahora era Bosnia, enjambre de nacionalismos, interminables volcanes en erupción, primeras planas en el mundo y diaria noticia de asesinatos en masa, violaciones en cadena con especto de inadmisible estrategia de un loco, masacres sin cuento, limpiezas étnicas. Utus y tutsis en el corazón de una Europa paralizada y sin voz, a la que sólo quedaba recibir dolorosas legiones de trasterrados. Entre el río humano que huye, Vesna Maric, una Ana Frank de Mostar haciéndose mujer, asustada pero de curiosidad inquisidora, registra en panorámica los más desconcertantes detalles de un mundo que ya no será capaz de aplastarla. Eso es Bluebird, una catarata de acontecimientos que no por cotidianos dejan de ser trascendentes, el retrato de una sociedad sorprendida por la notarial visita de una adolescente que con natural desparpajo pide un lugar de igualdad en el mundo. Es Inglaterra la sometida a la exigente ingenuidad de esta observadora, pero es a Europa entera a la que Vesna Maric interroga cuando desliza el espejo de su texto para reflejar tantas de nuestras rutinas y contradicciones. Bluebird es todo un ejemplo de pulso narrativo, economía idiomática y precisión de ideas. No extraña, por tanto, el revuelo que ha producido en los medios de Gran Bretaña, y acierta también Elvira Lindo, su madrina en español, cuando dice que: Vesna cuenta su aventura con gracia, sin caer jamás en la autocompasión. No pretende que el lector sienta empatía hacia ella por el simple hecho de ser una víctima.