Si hay una forma insólita de leer un libro es durante un secuestro; así es como el industrial Lizarraga lee El Capital mientras en su mente forcejean la amenaza de un futuro incierto y la reflexión sobre un pasado laborioso. Mientras tanto, alguien intenta reconstruir su biografía entrevistando a cuantas personas le conocen. El contrapunto del monólogo interior con el lenguaje coloquial del magnetófono muestra la complejidad y contradictoria personalidad de un hombre que encarna en sí mismo todo lo que fue el proceso de industrialización del País Vasco, un proceso que condicionó y aún condiciona a escala nacional conductas personales, económicas y políticas.