Los relatos de este libro fueron el punto de partida de algunas de las obras teatrales más célebres de Ionesco (Víctimas del deber, 1953); El rinoceronte, 1959). Al igual que en su teatro del absurdo, el preciso realismo de su pluma acoge de manera asombrosamente natural lo fantástico y lo imaginario, conjugando el pesimismo característico que denuncia la falta de sentido de la condición humana y su extrañeza y aislamiento radicales, con el humor delirante y las situaciones enormemente cómicas de muchas de sus páginas.