Concebida como una suerte de novela de tesis, Los papeles de Benjamín Benavides participa del diálogo platónico, la sátira de costumbres y hasta de la intriga policial; pero es, por encima de todo, una apasionada vindicación del propio autor, transustanciado en Benjamín Benavides, ese judío sefardí, tozudo y quijotesco, preso en el campo de concentración de Cinecittá durante la primavera de 1947, que tras haber sufrido mil penalidades, se dispone a alumbrar a un variopinto grupo de amigos (a su vez, trasuntos de personajes que Castellani trató, en diversos momentos de su vida) las profecías parusíacas del Apocalipsis. Hemos escrito profecías, a despecho de las tesis racionalistas que pretenden presentar el último de los libros sagrados como una filosofía de la historia; tesis contra la que Castellani se rebela, con la violencia y el sarcasmo propios de su genio: es una gracia -leemos en algún pasaje de este libro irrepetible- que Dios se haya puesto a hablar a los hombres; y que puesto a hablar, haya dicho cosas menos importantes que las que ya sabían los hombres.
