La prueba de fuego de Gilbert Pinfold (una de las pocas novelas de Evelyn Waugh que quedaban por traducir al castellano) parte de una experiencia personal que los diferentes apéndices incluidos en esta edición documentan con creces (y que vale la pena leer con detenimiento), lo cual sitúa la novela en el resbaladizo y muy actual terreno llamado «autoficción» o, mejor dicho, «literatura autobiograficticia». Waugh vivía a 140 kilómetros de Londres, en el campo, donde se negaba a conducir, algo tal vez procedente, pues