En el ámbito de la escultura, alrededor de 1900, se aspira a un nuevo universo formal: los escultores quieren reencontrar las leyes de su arte. El sentimiento de la forma, de la belleza, de la línea, de la perfección geométrica se vuelve predominante en artistas como los franceses Aristide Maillol o Joseph Bernard, en el alemán Wilhelm Lehmbruck o el rumano Costantin Brancusi, que reaccionan contra el exceso de imaginación que expresaban las obras de Auguste Rodin, por aquel entonces un maestro de la escultura celebrado en toda Europa, contra el que, sin embargo, una generación entera de artistas se rebela.