Riu nos ha dejado testimonio de esos dos movimientos paradójicos de su temple intelectual: grosso modo el marxismo y el existencialismo que indican cuánto contaba para él el diálogo con esas filosofías mayores y, al unísono, esa tarea cuestionadora de las certezas, las distancias de la vida y las solemnidades demasiado marmóreas de que suelen revestirse en algún momento todas las filosofías.