Una voz viene de la otra orilla y me pide que rinda cuentas y ya me acusa, siempre ya, de haberla abandonado, dice Alain Finkielkraut, retomando una expresi贸n de Levinas. Esa voz -la del otro o el habitante de la otra orilla, la de la trascendencia que no cede- es tambi茅n el rumor del r铆o de los muertos -el Aqueronte- que obliga al ejercicio de la memoria. Con el tiempo, todo se deshace, todo se esfuma, salvo ese pasado vuelto inevitable, ese crimen -el Holocausto- cuya singular fisonom铆a y significaci贸n han emergido poco a poco del oc茅ano del sufrimiento. Esa incubaci贸n de la memoria, sin embargo, no es una instancia calma, exenta de peligros. Pues existen en la actualidad sombras inquietantes que proyectan en la escena del mal absoluto sus esperas, sus combates. En este sentido, Finkielkraut retoma el pasado para proyectar su luz sobre el presente -la guerra de Kosovo, el surgimiento de la nueva derecha en Europa-, sin eludir la opini贸n pol茅mica. Porque de lo que se trata es de no faltar a la cita del presente. Pero, 驴c贸mo o铆rlo?, 驴c贸mo distinguir, en la relaci贸n con los desaparecidos, lo que concierne al alivio y lo que corresponde al apresamiento?, 驴c贸mo responder a la oraci贸n de los muertos sin apropiarse de su destino?
