¿Quién enseñó a leer a Lázaro? ¿Besó a alguna joven? ¿Cuáles son sus platos favoritos? ¿Cuándo se quedó ciego el ciego? ¿Es un sueño, o Lázaro ha despertado en medio del campo y eso que se acerca es verdaderamente una caravana de difuntos? La respuesta a estas y a otras preguntas no se hallará en el anónimo del siglo XVI, pero sí en este texto, elaborado desde el respeto y con un punto de osadía: la que hace falta para reescribir una obra maestra de nuestra literatura.