Los ánimos están caldeados. Mientras que a algunos radicales religiosos les gustaría instalar el paraíso en este mundo matándonos para que ganemos la vida eterna, en el extremo Occidente intentamos aún apaciguar los efectos que el otro radicalismo ideológico quiso, y aún quiere por increíble que parezca, fraguar para todos: de un hemisferio a otro, de sol a sol durante casi un siglo. ¿Qué queda de aquellos sueños revolucionarios convertidos en pesadillas obcecadas? Algunas autocracias cambiaron para que todo siguiera igual, otras se han enquistado, otras más pretenden revivir las pesadillas mediante el pelotón o la celda. De aquellos polvos estos lodos del presente. De aquellos rollos del Marx muerto queda un agua turbia que no hace espejo. De la utopía a la distopía, un autoritarismo que no cesa.